Vivimos en piloto automático. Nos jactamos de ser seres conscientes pero cabría preguntarse hasta qué punto no llevamos un modo de vida un poquito “inconsciente”. Esto, entendido como un modo de “estar siendo” o viviendo en el cual todo pasa y nos arrastra.
Sin embargo no todo es surfear entre quejas y frustraciones: en algún momento llega una ola o un tsunami y nos sacude. Esta crisis o problema es lo que podemos llamar un quiebre en nuestra vida. ¿Te resuena?
El quiebre nos enfrenta a un escenario que quizá no nos habíamos atrevido a mirar o simplemente no podíamos hacerlo porque estaba tapado, encriptado. Un escenario al que si le echamos una mirada veremos cómo otros quiebres caen como piezas de dominó y todo parece venirse abajo.
Nadie escapa a los quiebres en la vida; son ineludibles y necesarios. A veces llegan como un sacudón, como una caída abrupta o como si alguien nos despertara en la mitad del más profundo sueño. A veces son internos; aquello que nos molesta y sentimos que no va más, como una situación personal o laboral. A veces son externos; cambios en el contexto o los contextos en los que nos movemos.
Un quiebre trae el sentir de no soportar más una situación. Es por ello que abre puertas. Dicen que cada crisis abre el camino al cambio. Yo agrego que si sabemos aprovechar esa situación, de forma consciente, las transformaciones llegarán.
En ese marco podemos asegurar que si advertimos que estamos frente a una “ruptura de lentes” que nos permite tener una nueva visión en la vida, somos afortunados. Pero a veces esto no ocurre y sólo sentimos frustración, enojo, malestar, angustia. Es entonces cuando debemos diseñar el quiebre que necesitamos; crearlo. Si te digo que esto es posible y no implica una tarea titánica quizá no me creas, pero te aseguro que así es.
¿Qué es aquello que te genera frustración hoy? ¿Sientes que estás en piloto automático? ¿Cómo va el trabajo? ¿Te gustaría cambiar algo? Pues bien, a todos nos pasa y es la forma en la que aprendemos; los quiebres traen rupturas que generan necesidades y abren paso a escenarios mejores.
Sin embargo no debes apresurarte. No te propongo que te conviertas en una súper estrella deportiva o del arte en cualquiera de sus ramas, ni que te vuelvas millonario/a. La transformación es posible pero, aunque suene redundante, debe ser posible. Con desearlo fuertemente no alcanza; con esfuerzo, tampoco. Sí, por supuesto, se necesita voluntad y sobre todo resiliencia para reinventarse, pero no debes olvidar que existe un universo de condiciones que nos afectan y sobre las cuales no tenemos poder de acción.
¿Qué te propongo? Primero, que te observes. Te mires. Y te preguntes… ¿Cómo te sientes? ¿Estás siendo esa persona que quieres ser? ¿Qué te angustia? ¿Qué te frustra? ¿Qué es aquello que no va más en tu vida?
Listo. Ya has dado un paso importante. ¿La seguimos luego?